martes, 2 de septiembre de 2008

El Altivo Pontífice

Las pretenciones papales deiro otro paso más cuandoen el siglo XI el papa Gregorio VII proclamó la perfección de la iglesia de Roma. Entre las proposiciones que él expuso había una que declaraba que la iglesia no había errado nunca ni podía errar, según las Santas Escrituras. Pero las pruebas de la Escrituras faltaban para apoyar el aserto. El altivo pontífice reclamaba además para sí el derecho de deponeremperadores, y declaraba que ninguna sentencia pronunciada por él podía ser revocada por hombre alguno, pero que él tenía la prerrogativa de revocar las decisiones de todos los demás.
¡cuán notable contraste hay entre el despótico orgullo de tan altivo pontífice y la mansedumbre y humildad de cristo, quien se presenta a sí mismo como llamando a la puerta de corazón para ser admitido en discípulos: "El que quisiere entre vosotros se el primero, será vuestro siervo". Mateo 20:27.


Las Tinieblas se Profundizan
Los siglos que se sucedieron presenciaron un constante aumento del error en la doctrinas sostenidas por Roma. Aún antes del establecimiento del papado, las enseñanzas de los filósofos paganos habían recibido atención y ejercido influencias dentro de la iglesia. Muchos de los que profesaban ser convertidos se aferraban aún a los dogmas de su filosofía pagana , y no sólo seguían estudiándolos ellos mismo sino que inducían a otros a que los estudiaran también a fin de extender su influencia entre los paganos. Así introdujeron graves errores en la fe cristiana. Uno de los principales feu la creencia de la inmortalida natural del hombre y en su estado conciente después de la muerte. Esta doctrina fue la base sobre la cual Roma establció la invocación de los santos y la adoración de la virgen María. De la mis doctrina se derivó la herejía del tormento eterno para los que mueren impernitentes, que muy pronto figurió en el credo papal.
De este modo se preparó el camino para la introducción de otra invención del pagnismo, a la que Roma llamó purgatorio, y de la que se valió para aterrorizar a las muchedumbres crédulas y supersticiosas. Con esa herejía Roma afirma la existencia de un lugar de tormento, en el que las almas de los que no han merecido aterna condenación, han de ser castigados por sus pecados, y de donde, una vez limpiadas de impureza son admitidas en el cielo.

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